
Helena López Casares
El miedo es una de las sensaciones más
desagradables a las que nos podemos enfrentar. Nadie quiere sentir
temor, pero, no por eso, vamos a hacerlo desaparecer de nuestras vidas
por arte de magia.
Puede que a lo que tengamos miedo no sea
real, pero lo que sí es real es la intensidad de las emociones que
sentimos. Por ejemplo, supongamos que estamos en casa leyendo un libro
por la noche solos, sentados en un sillón, y, de repente, escuchamos un
ruido que no podemos identificar. Ese ruido nos hará dejar la lectura y
nos provocará una reacción física y psíquica llamada miedo. Pero en el
momento en el que identifiquemos que el ruido procede de la calle y que
se debe al viento nos tranquilizaremos y volveremos a la calma.
Todos sentimos miedo. Sentir miedo no
tiene por qué ser algo malo de entrada. Si tenemos miedo a algo puede
ser positivo para ser prudente y analizar la situación desde distintas
ópticas, pero en la vida hay que tomar decisiones y actuar. Por eso, el
miedo es malo cuando nos bloquea, nos paraliza y nos impide avanzar.
Supera el miedo.
¿Cuáles son los pasos necesarios para superar el miedo? ¿En qué aspectos
debemos incidir y trabajar para poner el intermitente y adelantar al
miedo?
Identificar el miedo.
¿A qué tenemos miedo realmente? ¿A nuestro trabajo o responsabilidades?
Esa es una respuesta un tanto abstracta que hay que concretar para poder
vencer exactamente lo que nos bloquea. El no conocer lo que tenemos
delante, el no saber a lo que nos enfrentamos nos paraliza e impide que
nos pongamos en acción para solucionarlo. Puede que tengamos miedo a la
reacción del comité de dirección, a la presión de un socio o a no saber
cómo hacer frente al aluvión de correos electrónicos que tenemos en
nuestra bandeja de entrada.
Tomar conciencia del miedo y responsabilizarnos de él.
Una vez que lo hemos identificado, hay que hacer algo con el miedo:
tenemos que asumirlo y hacernos cargo de él. Lo contrario es dejarse
llevar por la técnica del avestruz, es decir, esconder la cabeza y
esperar a que el problema se solucione solo. Las personas más valientes
son las que deciden actuar y ocuparse de su miedo. El miedo siempre es
un fracaso si no hacemos nada de él.
Buscar su origen.
¿Hemos tenido alguna experiencia negativa que explique nuestro miedo?
¿Es algo que nos ha ocurrido a nosotros o a otras personas? ¿El miedo es
nuestro o nos lo ha traspasado otra persona? Es decir, el origen del
miedo es vital para saber si hemos heredado el miedo de otro y nos lo
hemos apropiado o realmente es un problema nuestro. A veces esta
identificación no es tan sencilla y se necesita ayuda externa para poder
delimitarlo. Sea como sea, la búsqueda del origen del miedo requiere la
realización de un ejercicio de honestidad con nosotros mismos.
Trazar un plan de avance.
En este plan se deben establecer los pasos de forma muy clara y
delimitar los hitos concretos que tenemos que alcanzar desplegados en el
tiempo para lograr esa confianza que nos ayude a abrirnos para superar
ese miedo. Todo en esta vida se vence pasando a la acción y no teniendo
miedo de los fracasos o errores porque en realidad no son tales, son
momentos magníficos para aprender y para conocernos mejor. Son
oportunidades de progreso.
Incorporar cada avance a la normalidad cotidiana, siendo consciente de lo que voy consiguiendo, hasta que formen parte de nuestra esencia.
Las personas capaces de superar sus
miedos suelen tener un control estratégico de sus emociones muy
acertado, sobre todo en momentos de dificultad. De hecho, los mejores
profesionales son los que están más calmados cuando las circunstancias
se vuelven en su contra. El mensaje está claro: mira el futuro, encara
el presente, visualiza los resultados, conoce el entorno, analiza tus
fortalezas, plántale cara a tus debilidades y sé conciente de tus
recursos. ¿Sigues teniendo miedo?
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