El currículum debe responder a la realidad laboral, pero no siempre lo hace. Muchos trabajadores al final utilizan demasiado la creatividad a la hora de reflejar sus capacidades, lo que al final hace que los empresarios que contratan bajen sus expectativas respecto a los currículum sobre lo que dichos empleados pueden ofrecer.
En muchos casos también es cierto que la oferta luego no corresponde a la realidad del puesto de trabajo y se demandan capacidades muy superiores a lo que es el día a día de la empresa. Al final cuando el salario que se ofrece no corresponde con la categoría profesional que se refleja en la oferta, tenemos que ser conscientes que seguramente el trabajo será algo menos exigente.
El caso más flagrante suele ser el apartado de idiomas, donde todos somos bilingües o casi en el currículum pero luego incapaces de mantener una conversación, no ya con un inglés nativo, sino ni tan siquiera durante la entrevista de trabajo. Luego, si tenemos que utilizarlo cada día para nuestras tareas automáticamente quedamos descartados.
Otros casos habituales se centran en el sueldo que se cobraba en un puesto de trabajo anterior o las responsabilidades inherentes a dicho puesto de trabajo. También en el tiempo transcurrido, sobre todo para intentar evitar vacíos evidentes en los que el trabajador ha estado sin empleo y que sean difícilmente justificables.
Otras mentiras más aceptables tienen que ver con la capacidad de gestionar la presión o el trabajo en el ámbito laboral. Ser muy responsable, no saber desconectar o tener la habilidad para trabajar muy bien en equipo muchas veces se exagera demasiado, algo que lejos de perjudicar a los candidatos puede jugar a su favor. En todo caso, lo cierto es que llevar esto demasiado lejos puede hacer que acabe por desacreditar al candidato si lo ve como una contradicción o directamente una mentira.
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