Un accidente en el que perdí una pierna me marcó la vida. En el
colegio viví malos momentos por las burlas de mis compañeros, pero
recuerdo un momento muy especial cuando tenía siete años porque fue
clave. Recuerdo perfectamente aquella tarde en la que llegué a casa
después de esos insultos. Me encerré en el cuarto de baño y me pasé toda
la tarde llorando. Mis hermanos mayores intentaron en vano sacarme de
mi encierro, hasta que fueron las palabras claras de mi madre las que me
hicieron reaccionar: «hay una realidad que no puedes eludir y es que te
falta una pierna. La cuestión es ésta: o lo superas o te quedarás en el
camino». Ahí comprendí una lección muy valiosa y es que siempre
necesitamos a alguien en quien volcar nuestros sentimientos. Para mí,
esa persona fue mi madre. Me falta una pierna, sí, pero no por eso
pienso de manera diferente a las personas que tienen las dos.
Si tuviera que elegir tres palabras clave que han marcado mi vida
serían fe, constancia y sacrificio. La fe me ha servido para luchar por
todo lo que he querido. Con la constancia he conseguido las cosas y el
sacrificio para mí es sinónimo de superación. El sacrificio es ese
esfuerzo extraordinario que realizamos para lograr algo que merece la
pena. El sacrificio está por encima de comodidades o preferencias.
Tengo que entrenar a niños que tienen dos piernas pero yo sólo tengo
una. Aunque no voy a negar que a lo largo de mi vida me he encontrado
con muchas puertas cerradas, esta situación no tiene por qué significar
un obstáculo ni un freno para hacer mi trabajo con eficacia e ilusión.
Un entrenador es una puerta al estímulo para el crecimiento social,
intelectual y afectivo de sus jugadores. La práctica de un deporte desde
pequeños es una escuela de vida de enorme poder. El sentido común, la
educación y el respeto a los demás son tres ángulos fundamentales que
convienen trabajarse desde edades tempranas. Si estos pilares se forjan
desde pequeños, el futuro adulto tiene mayores posibilidades de
convertirse en alguien más analítico, con criterio, coherente,
resolutivo y centrado en conseguir un interés común y un punto de
entendimiento con los demás.
El respeto por uno mismo, por los demás y por el proyecto que se está
defendiendo es un punto de partida que actúa como base para el
entendimiento entre los seres humanos. El respeto consiste en el
reconocimiento de los intereses y sentimientos del otro en una relación,
que se aplica tanto a las relaciones interpersonales como a las
grupales. En el deporte el respeto hay que ganárselo en las pistas, en
los terrenos de juego, en las canchas o en el césped, y se refrenda con
cada partido, con cada actuación, en cada entrenamiento y con los
compañeros.
Desde que tenía diecisiete años, deseaba ser entrenador de fútbol y
un día me concedieron una beca para ir a Madrid e intentar mi sueño,
pero me daba un miedo espantoso. Fue mi padre quien me insistió y casi
de forma imperativa me obligó a no dejar pasar ese tren. Abandoné mi
ciudad y dejé todo lo que me era familiar. Cuando empezó el curso, me
sentí desubicado, no conocía a nadie. Cada día, después de clase, bajaba
a jugar al fútbol a un campo situado frente al colegio. Ese campo era
el del Rayo Majadahonda y un día un directivo del club le vio jugar y
decidió apostar por él ofreciéndole un equipo.
En la vida debemos siempre seguir avanzando con objetivos que cumplir
por delante. Los objetivos me sirven tanto para crecer como persona
como para enriquecerme. Nadie tiene el derecho de pararte. Tus valores y
tus principios son tu imagen y lo más importante en la vida es creer en
algo. Tal como les digo a mis chicos hay que ser siempre positivos y en
los momentos difíciles hay que dar fuerza y aliento a cuantos nos
rodean. Por muchas trabas que te pongan, nunca tengas el no en tu mente.
Todo es posible, si tú quieres. Nuestra actitud es lo que vale.
Director de la Escuela de Fútbol Base de la Real Federación Española de Fútbol
Canal CEO
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