Hay empleados proactivos, constructivos y vitales; pero por el contrario, los hay pasivos, poco efectivos y que hacen de la queja su seña de identidad. La diferencia entre unos y otros, de qué depende. ¿Es el papel del directivo motivar al profesional que trabaja en el equipo? El profesor y experto en dirección de personas en las organizaciones del IESE Pablo Maella lo tiene claro:la automotivación es la clave. “Los profesionales que se sientan motivados en condiciones normales son más eficaces que los que no lo están y, además, muestran una mayor satisfacción con la vida en general”. Si bien las circunstancias externas pueden incidir en la motivación hacia el trabajo, la actitud con la que se afronta depende sobre cada uno mismo.
¿Cuáles son las claves para que un profesional se automotive en el trabajo? O lo que es lo mismo, ¿cuál es el secreto para que Abraham Lincoln, a pesar de sus numerosas derrotas electorales, acabase siendo presidente de Estados Unidos? O para que Steve Jobs hubiera superado su despido en Apple en 1985 para regresar años después y convertir a la compañía en el gigante tecnológico que es hoy.
En primer lugar, señala Maella, es necesario saber aceptar la realidad y a los demás tal y como son. Porque la automotivación empieza por albergar expectativas realistas y adecuadas sobre el trabajo y quienes le rodean. “En vez de exigir a las circunstancias y a los demás que se amolden a sus deseos, acéptelos tal y como son y, a partir de ahí, trate de modificar aquello que se puede mejorar”, explica el docente del IESE.
Tener conocimiento tanto de las fortalezas como de las debilidades es importante. “A veces pensamos que el error es intolerable en un buen profesional, algo desastroso, pero si no asumimos que podemos equivocarnos sumaremos frustración y perderemos oportunidades de mejora”. Por tanto, es clave ser consciente de los puntos fuertes y débiles, lo que permitirá ser más efectivo y librará al profesional de caer en una posible espiral de baja autoestima.
Otro aspecto clave es valorar los aciertos, como no quejarse. Y aquí el profesor recomienda hacer el ejercicio de imaginar que se es propietario de una franquicia de una cadena de comida rápida y que en otro local se descubre una partida de carne en mal estado. “Usted no ha hecho nada, pero su negocio se va a haber afectado. Ante esta situación, se pueden hacer dos cosas:quejarse pasivamente por la mala suerte o ser proactivo y establecer medidas concretas para minimizar el impacto negativo de la noticia”, añade. Quejarse genera frustración en la medida en que no resuelve nada y “centra la atención en lo que queda fuera de nuestro radio de acción”.
Valorar lo que se tiene y ser agradecido es necesario, ya que el hedonismo psicológico es un mecanismo mental por el que que cada persona se acostumbra con gran facilidad a los progresos en el trabajo y, por tanto, se deja de valorar. Porque cuando el profesional pone el énfasis en lo que le falta en vez de lo que tiene, acaba dejando que la desmotivación se apodere de él.
Una actitud positiva contribuye a favorecer el trabajo. Una investigación entre comerciales, según la citada escuela de negocios, demostró que los vendedores más positivos facturaban un 90% más que los que tenían una actitud negativa. La actitud que se adopta para afrontar una situación o tarea influye en el resultado final. Ahora bien, el experto recomienda no confundir positividad con ingenuidad y falta de realismo.
Según el psicólogo estadounidense, pionero en la teoría de la fijación de objetivos, el profesor Ewin Locke, un reto es motivador cuando se percibe que se puede alcanzar y va a suponer un considerable esfuerzo. Además, cuanto más relevantes sean las metas, “más motivados estaremos para lograrlas”.
Por tanto, fijarse objetivos trascendentales, tales como aportar algo valioso a los demás, será más motivante que proponerse un objetivo intrínseco (por ejemplo, el desarrollo profesional) o extrínseco (un aumento de salario o una mejora de las condiciones laborales).
El emprendedor y las pistas de pádel
Un pequeño emprendedor, animado por el auge del pádel, decidió abrir unas pistas en un polígono industrial en el que había un gran número de empresas. Poco después, traspasó el local ante la falta de clientes. La persona que se hizo cargo del negocio tuvo éxito. A diferencia del antecesor, decidió promocionar activamente las pistas entre las empresas de la zona, en vez de limitarse a abrirlas y a limitarse a esperar a que los clientes decidan ir. “Solo el hecho de actuar en vez de esperar activa la rueda de la motivación;esperar a los clientes es desmotivador”, afirma el profesor del IESE Pablo Maella.
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