Incluso los líderes más queridos pueden arrastrar a su equipo a la locura. La dirección alocada de un equipo puede ser una manera de incitar a que exista una actuación heroica, con todo lo bueno y lo malo que conlleva. Pero con el tiempo, si usted conduce a su gente de forma alocada con mucha frecuencia, descubrirá que la gente le abandona y su liderazgo es un ejercicio solitario y sin fruto.
Hay varios caminos con los que un líder puede hacer enloquecer un equipo: la pasión desenfrenada, la búsqueda de la perfección, el narcicismo… Por nombrar sólo algunos. Sin embargo, el hábito más destructivo es menos obvio. Arrastra al equipo sigilosamente, provocando más diversión que preocupación en un principio hasta que ese signo cambia.
La evolución del liderazgo
Al principio, ciertos tipos de líder prosperan por moverse con comodidad en el terreno de lo ambiguo. Aunque pueden apretar el gatillo cuando sea necesario, suelen dotar de márgenes para que las situaciones se desarrollen durante más tiempo. Cuando su equipo busca respuestas y acciones inmediatas ellos no tienen demasiado estrés por la resolución instantánea del problema y se toman su tiempo para sopesar alternativas.
Inicialmente, este es un punto fuerte, aunque pueda irritar a su equipo. Con el tiempo este aprende a adaptarse a esta actitud y encuentra la manera de contrarrestar lo que de otro modo generaría un cuello de botella en la toma de decisiones.
Pero entonces, en algún momento, todo cambia. Cuando algo golpea el negocio este liderazgo tranquilo se convierte en una bomba de relojería. Ante la necesidad de una dirección clara en un momento de crisis el equipo ve que su líder pasa de ser un Buda benévolo a un eunuco exaspérate que no es capaz de proporcionar guías para evitar el desastre.
A continuación, el punto de ebullición
Hasta que, con el tiempo (y por lo general con bastante rapidez), el equipo se desborda en esta zona roja por frustración y temor. La situación deja a todos desorientados y lo más importante las mejores personas abandonan el equipo, dejando al líder con poca una repentina incapacidad para ejecutar las decisiones.
Así que aquí está la cuestión: Si usted valora su capacidad de vivir en la ambigüedad; si puede sostener dos o más ideas opuestas en su cabeza al mismo tiempo, o si se puede ver cincuenta tonos de gris, bien por usted. Eso sí, no permita que sentirse cómodo con la ambigüedad sea una excusa para no ser claro.
*Adaptación y traducción de un artículo publicado en INC.com
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