- El profesor Antonio Valls asegura que para ser efectivos hay que delegar y encontrar un equilibrio
En nuestro día a día nos asalta con frecuencia la necesidad de gestionar mejor nuestro tiempo. Y si nos planteamos cómo hacerlo, encontraremos muchas recetas para ser súper efectivos. Pero los hospitales están llenos de gente súper efectiva.
El secreto de la buena gestión del tiempo no está en la manera de entablar una encarnizada lucha contra el reloj. Esto conduce al estrés y a la dispersión. La primera clave está en que cada uno de nosotros descubra qué es lo que de verdad quiere lograr.
¿Qué quiero conseguir? Descubrir esto supone atravesar una fase de introspección para descubrir nuestras verdaderas necesidades y querencias personales y profesionales. A continuación, decido cuáles quiero que sean mis objetivos (cuantos menos mejor) a largo, medio y corto plazo. Establezco metas y planes. Encuentro el norte. Como diría Covey (1995), “pongo la brújula por delante del reloj”.
Solo después me organizo y resuelvo las dicotomías entre lo importante y lo no importante, lo urgente y lo no urgente. Y luego me organizo “con los demás”. Gestionar bien el tiempo, implica en buena parte interaccionar adecuadamente con otras personas. A quienes saben lo que quieren, no hay quien les pare.
Sin embargo, el ruido y los diarios afanes nos impiden verlo claro: “Los árboles no nos dejan ver el bosque. Una vez tengo claro mi norte, gestionar bien el tiempo implica tres cosas:
Delegación
Cuando tenemos algo que hacer, disponemos de dos alternativas fundamentales: delegarlo en el tiempo o delegarlo en otras personas. Los profesionales que consiguen encontrar el adecuado equilibrio en su dedicación entre lo urgente y lo no urgente, desarrollan una mayor capacidad para identificar y explotar las oportunidades que se les presentan, y suelen trabajar de manera más efectiva y descansada al mismo tiempo. La delegación en las personas es una de las claves que permite distinguir al buen líder del que no lo es. En todo caso, recordemos que delegar no es utilizar a los subordinados como a chicos para hacer recados. El buen delegar transforma al subordinado en un individuo capaz de acometer tareas complejas con autonomía. Esta clase de delegación incrementa el rendimiento de un directivo y, sobre todo, su capacidad para generarlo.
Agenda
Cuanto más complejo y variado es nuestro hacer como personas y como profesionales, más imprescindible es disponer de un sistema personal de gestión, físico o electrónico. Evita memorizar, y facilita planificar.
Equilibrio
Para ser eficaces en nuestra profesión hay que serlo también en el cuidado integral de nuestras personas. En nuestra agenda debe haber suficiente espacio para hacer de buenos partners, padres y amigos. Debe haber tiempo para descansar y para construir relaciones productivas con otras personas. El incremento de nuestra capacidad de hacer no se consigue ocupando todo el tiempo disponible en trabajar; sino aprendiendo a prestar atención al equilibrio entre el cuidado de nuestra persona y nuestra capacidad de hacer.
Antonio Valls es consultor de desarrollo directivo a Human Success y profesor del Máster en Dirección de Comunicación de la UPF Barcelona School of Management
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