martes, 18 de octubre de 2011

Adiós a la oficina-fábrica

Las nuevas formas de trabajo necesitan nuevos espacios. La ‘oficina abierta’ ha sido la tendencia en los últimos años. Pero empieza a perder puntos... a favor de las personas.

Aquella oficina infinita de El Apartamento de Billy Wilder, donde miles de empleados tecleaban frenéticamente en sus máquinas de escribir, era lo más parecido a una de esas fábricas de producción masiva donde se diluye la individualidad del ser humano. La oficina. ¿Cuántas horas pasamos en ella? El comentario “paso más tiempo aquí que en mi casa” es un clásico de la charla entre compañeros.

El espacio y el diseño del lugar de trabajo influye mucho no sólo en la percepción exterior que se tiene de una empresa sino, en la productividad de sus empleados. De eso sabe, y mucho, Carmen Rico de Cabo, directora general de Aguirre Newman Arquitectura, la división dedicada al diseño y ejecución de espacios de trabajo.

Carmen Rico, ingeniera industrial especializada en organización, está al frente de este departamento desde hace cinco años. Sabe que “el espacio es una herramienta de trabajo que integra productividad y calidad de vida”.

“El diseño interior de una oficina es fundamental. Las nuevas formas de trabajo suponen también una redistribución de los espacios. Y el buen diseño de las oficinas tiene que estar aplicado a las personas que van a ‘vivir’ en ese espacio”, explica Rico.

El objetivo es que los empleados que, efectivamente, viven buena parte de sus vidas en el trabajo, desempeñen su labor con el máximo confort y, sobre todo, con “la flexibilidad que requieren las nuevas formas de organización, la tecnología y el trabajo en equipo”.

Esta experta, que insiste en que el diseño no es un contenedor ni un capricho, explica una tendencia que ha dominado el diseño de oficinas en los últimos años, la llamada oficina abierta. “Nosotros llevamos años hablando de área abierta y trabajando espacios diáfanos, lejos de aquellas oficinas laberínticas y llenas de despachos de antaño. En Aguirre Newman Arquitectura hemos apostado de lleno por la optimización del espacio, y por definirlo en función de los perfiles de los empleados y no de los niveles jerárquicos. Sin embargo, creo que ahora mismo ya hemos llegado al límite de la optimización”.

Vuelta a la privacidad
En las grandes empresas españolas o en las filiales de grandes grupos multinacionales, la oficina abierta ha sido la fórmula más empleada. Pero, obviamente, cada empresa tiene sus necesidades, según a lo que se dedique. “Algunas, como las firmas de abogados, donde es fundamental la privacidad con el cliente, necesitan el despacho”.

Pero cierto abuso de las zonas diáfanas también puede provocar al empleado una sensación de sentirse perdido. “Estamos volviendo a pensar en las personas –reflexiona Carmen Rico–. Hemos llegado a pensar tanto en sacarle rendimiento al espacio y en la eficiencia de funcionamiento que al final nos hemos dado cuenta de de que el área abierta está bien en sí misma, pero no es la solución definitiva. Los espacios excesivamente abiertos pueden transmitir cierta sensación de hacinamiento, de ser fábrica. Y no podemos diseñar oficinas-fábrica”.

Carmen Rico está al frente de un equipo multidisciplinar en el que trabajan 150 profesionales entre arquitectos, interioristas, delineantes, ingenieros, diseñadores, consultores y jefes de proyectos. Han realizado proyectos integrales para grandes empresas españolas, desde Iberdrola o Repsol, el despacho de abogados Garrigues, la empresa de transportes Bombardier o la firma de videojuegos Electronic Arts, por poner sólo algunos ejemplos.

La imagen de marca en el interior es tan importante como la que transmite el edificio de la empresa en el exterior. “En el día a día, no sólo precisas una encimera corrida de puestos de trabajo. Necesitas que eso vaya asociado a salas de reuniones internas, a salas de concentración, salas de videoconferencias...”

Esas llamadas salas de concentración son pequeños espacios donde se puede hablar por teléfono en privado, o trabajar con un portátil en una zona con sillones y mesas bajas. Son oficina, pero también dejan un espacio para lo privado, sin llegar a ser despachos. Las nuevas fórmulas pasan por salas de reuniones más flexibles, que sean realmente salas de trabajo, y que atiendan las necesidades de los distintos departamentos.

“Unos necesitan más archivo, otros más confidencialidad, unos trabajan todo el día en la oficina, otros salen más a la calle. Un departamento de márketing, por ejemplo, tiene más flexibilidad de horarios y no requiere estar todo el tiempo en el lugar de trabajo”.

Hay un concepto en el que Rico insiste: “La filosofía del trabajo va unida a la filosofía del espacio. Para mí y todo mi equipo es fundamental una integración del continente y del contenido, de la esencia de la empresa con los espacios donde se desarrolla su actividad. Rediseñar la oficina no es un gasto, es una inversión”, concluye.

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