lunes, 18 de febrero de 2013

Luces y sombras del perfil profesional del directivo público

La función directiva en la Administración Pública tiene grandes similitudes con la del sector privado. Sin embargo, hay circunstancias que la hacen diferente. Los gestores públicos se deben guiar por criterios de equidad y de salvaguarda del interés general. A esto se une una cierta indefinición del concepto de directivo público, que ni siquiera aclara el Estatuto Básico del Empleado Público. 

José Antonio Carazo, director de Capital Humano.

Un plan estratégico sólido, una cuenta de resultados sostenible y un equipo directivo excelente son los tres elementos necesarios para que funcione una Administración Pública, exactamente igual que si se tratara de una empresa privada. En estos términos tan contundentes se expresó Antonio Núñez, director de Políticas Sociales del Gabinete de Presidencia del Gobierno, durante el acto de presentación de su libro "El nuevo directivo público. Claves de liderazgo para la gestión pública" (EUNSA, 2012), celebrado recientemente en la sede del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, de Madrid

El libro quiere ser "una hoja de ruta para aquellos directivos que cada día deben gestionar una organización en el complejo entorno de la Administración Pública", según dijo el propio autor. Ante el cambio de paradigma y el necesario proceso de reforma de la Administración Pública, el libro de Antonio Núñez aporta al debate una definición del directivo público, cuya figura es la de un agente principal de cambio y de modernización del país. Según Núñez, "el directivo público desarrolla su actividad en un contexto complejo, guiado por los criterios de equidad y de salvaguarda del interés general, y mantiene un rol clave como mediador entre los ámbitos político y técnico".

Como revela el autor, el directivo público comparte el noventa por ciento de las funciones de una empresa u organización social. Igual que en la empresa privada, "el gestor público desarrolla la estrategia (que sirve de hoja de ruta para una organización), se ocupa de la gestión de recursos (midiendo resultados) y se encarga de la gestión de personas (que asume con liderazgo)", asegura. A estas funciones, habría que sumar la de toma de decisiones y la de asesor político.

Brian S. Mandell, Director de la Harvard Kennedy School Negotiation Project, en el prólogo del libro asegura que temerosos de no contar con los recursos ni las herramientas necesarios para tomar decisiones en un mundo turbulento, "los gestores públicos han comenzado a investigar si las buenas prácticas utilizadas con éxito por los directivos del sector privado podrían ser adaptadas por los gestores de la Administración Pública para fortalecer la toma de decisiones y el desempeño del liderazgo en la esfera pública". Núñez considera que de la misma manera que España es referente internacional en escuelas de negocio o grandes empresas como Telefónica, Santander, Inditex…, también cuenta con grandes ejemplos en la Administración Pública.

Antonio Nuñez es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por CUNEF, MBA por el IESE Business School, MPA por la Harvard Kennedy School of Government y Doctor por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid con la Tesis sobre La formación de directivos públicos en España. Ejerció como emprendedor social en la creación y consolidación de la ONG «Cooperación internacional». Ha dedicado diez años al IESE donde dirigió los departamentos de Programas Abiertos, Programas In Company y Programas Especiales; y durante los últimos años creó y fue el Director Ejecutivo del Center for Public Leadership and Government, formando a más de 800 directivos y cargos públicos. Es profesor, conferenciante y colaborador habitual de prensa, radio y televisión. Presidente de la Asociación de Alumni de la Harvard Kennedy School en España y miembro de varios Consejos de Administración empresariales, Consejos Editoriales de prensa y Juntas de Fundaciones y ONGs. Actualmente es Director de Políticas Sociales del Gabinete de Presidencia del Gobierno.

PREGUNTAS CON RESPUESTA
Núñez ha analizado la oferta formativa actual para identificar las claves esenciales del diseño de una estrategia de formación dirigida a los directivos públicos. Para lograrlo ha trabajado sobre tres hipótesis:

- Hipótesis 1: Las funciones del directivo público y las del directivo privado son equiparables en determinados aspectos esenciales, aunque existen diferencias significativas: dicha equivalencia justifica que la formación de directivos públicos y privados comparta, en el diseño de sus programas, el objeto y los métodos. Si es así, ¿cuáles son las funciones del directivo público análogas a las del directivo privado y cuáles son las diferencias relevantes entre ambos?

- Hipótesis 2: Las diferencias relevantes entre las funciones del directivo público y del directivo privado implican a su vez diferencias en el contenido de la formación en uno y otro caso. Si es así, ¿cuáles son los contenidos específicos que debe contener la formación enfocada a los directivos públicos, resultado de las diferencias específicas que separan el desempeño de sus funciones del desempeño de las funciones del directivo privado?

- Hipótesis 3: El proceso de modernización y reforma de la Administración Pública plantea nuevas exigencias y retos al desempeño profesional de los directivos públicos que afectan directamente a su formación. Si es así, ¿cuáles son las necesidades actuales de formación de los directivos públicos?
Para contrastar estas hipótesis y responder a las preguntas planteadas Antonio Núñez ha realizado un análisis de la doctrina (teorías expuestas en la bibliografía especializada) y un estudio empírico mediante el método Delphi.

La Administración Pública es un tipo específico y diferenciado de organización que presenta una complejidad no alcanzada por ninguna organización del ámbito privado. Como cualquier organización tiene los mismos elementos esenciales: estructura formal, definición del propósito, comunicación y motivación de las personas que la integran, pero aspectos como los propósitos y objetivos de su misión suelen ser "difícilmente mensurables y especialmente ambiguos", en palabras de Núñez. Además, los necesarios sistemas de planificación y control contribuyen a incrementar la burocratización de la Administración Pública.

En este entorno, la naturaleza del trabajo directivo (que abarca aspectos técnicos, estratégicos y humanos) también difiere del que se produce en la empresa privada. Según un estudio de Dargie[1] que cita Núñez, los roles (en la nomenclatura de Mintzberg) que se dan menos en el entorno público son los de líder y cabeza visible, mientras que los que tienen más peso son los de difusor y monitor. Las relevantes diferencias entre el ejercicio de las funciones directivas públicas y privadas, centradas fundamentalmente en la formulación del propósito y los objetivos y en la función de la motivación, tienen una clara repercusión sobre las necesidades formativas en este caso de los directivos públicos.

Antonio Núñez considera que "puede aceptarse como hipótesis razonable que los directivos públicos estarían sufriendo ciertas carencias formativas que limitarían su desempeño profesional". Otro elemento a tener en cuenta es la inevitable politización de la Administración que obliga a tener criterios de gestión más eficientes cuando no se dan las condiciones de mercado. En este sentido es muy importante la evaluación de impacto de las decisiones públicas, "algo que no siempre hace, ni desde el punto de vista económico, ni desde el social", según asegura el profesor del IESE José Ramón Pin.

Por otra parte, la limitación de los recursos obliga a buscar nuevas fórmulas de mayor eficiencia y racionalidad, a la vez que los ciudadanos plantean nuevas demandas y exigencias. Todo esto obliga a un cambio cultural, a un cambio de paradigma centrado en la mejora continua y la calidad. El principal agente del cambio es el directivo público.

UNA CUESTIÓN DE COMPETENCIAS
¿Son equiparables sus funciones a las del directivo privado? Si la respuesta fuera afirmativa, las necesidades formativas serían las mismas. En países como Reino Unido, Países Bajos o Estados Unidos las instancias públicas han optado por definir completos directorios de competencias que son utilizados en la selección, promoción, evaluación y formación de la élite de directivos públicos. En España el Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP) ha hecho un importante esfuerzo, pero falta un marco conceptual claro. De hecho Antonio Núñez señala en su trabajo la falta de una definición clara del concepto de "directivo público", que ni siquiera aclara el Estatuto Básico del Empleado Público (EBEP). Esta indefinición penaliza actuaciones en materia de selección, contratación, remuneración y también de formación, por citar solo algunas.

Sobre las necesidades de formación y las mejores metodologías para el aprendizaje, Núñez se pregunta qué se pretende lograr con la formación, qué conocimientos requiere un directivo para realizar sus tareas. Estos se pueden dividir en tres grandes áreas: conocimientos técnicos de gestión, conocimiento prudencial para la resolución de problemas no estructurados y competencias directivas específicas. Esta pluralidad de necesidades obliga a utilizar diversas metodologías en función de las fortalezas y debilidades de cada una.

Antonio Núñez considera que "el necesario proceso de reforma y modernización de la Administración Pública, en respuesta a las crecientes demandas de eficiencia y a la velocidad de los cambios del entorno, tiene al directivo público como figura clave y agente de cambio". Es decir, le atribuye una gran responsabilidad para la que necesita contar con conocimientos teóricos y competencias directivas, tanto estratégicas como de gestión de personas.

Núñez concluye que el contenido y objeto de los programas formativos deberían enfocarse en el desarrollo de competencias directivas a través del método del caso, metodología que no es habitual en la oferta formativa española a pesar que se muestra como la más indicada puesto que "el ejercicio de la dirección no responde a reglas teóricas ni a leyes científicas exactas", como ya demostrara Mintzberg. Entre las principales conclusiones obtenidas del análisis empírico destaca el hecho de que la figura del directivo público viene determinada por el perfil formal y funcional, siendo una de las habilidades más valoradas por ellos como objeto de formación la dirección de equipos y la toma de decisiones.

El trabajo de Antonio Núñez se apoya finalmente en un análisis empírico realizado mediante el método Delphi para establecer una definición del perfil formal y funcional del directivo público. Sin entrar en el detalle del análisis, una de las conclusiones obtenidas indica que "la peculiaridad del directivo público no radica en sus funciones sino en el contexto de la toma de decisiones. Dicho contexto aparece caracterizado por dos rasgos fundamentales. Por una parte, es frecuente que estas decisiones tengan que ser consensuadas con los diferentes agentes implicados. Por otra parte, es característica la no definición del propósito de la dirección política".

Antonio Núñez concluye su investigación señalando que:

- Se perciben ciertas carencias formativas en el directivo público, sobre todo en gestión directiva y dirección de equipos.
- La formación debe centrarse en desarrollar capacidades y habilidades.
- La formación debe ser predominantemente práctica.
- Debe orientarse a atender la exigencia de una buena gestión.




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