Stephanie Freeman recientemente escribió un
email a una amiga para decirle que la extrañaba y que a menudo se
acordaba de ella. Las dos mujeres habían quedado en verse para almorzar,
pero finalmente no se vieron. Freeman agregó que todavía le encantaría
reunirse con ella.
La respuesta:
“Siempre dices que te acuerdas de mí pero no hace nada al respecto”,
escribió su amiga. “Eres pura palabrería pero nada de acción”.
Freeman,
de 45 años, se enojó. Envió una respuesta en la que le decía a su amiga
que estuviera agradecida de que pensaba en ella de manera positiva y le
recordaba a la amiga que ella también tenía la capacidad de actuar.
Concluyó el mensaje con, “Bueno, te veo cuando te vea”.
Uy.
Con la sangre caliente, terminó enviando un correo electrónico furioso a
alguien que aprecia, y ahora se arrepiente. ¿Cómo repara el daño?
Los
psicólogos dicen que es natural tirarse a la yugular cuando nos
sentimos amenazados. Se trata de la activación de nuestra respuesta de
lucha o fuga, con la que respondemos a las amenazas de inmediato, en un
plano emocional, atacando o retirándonos.
La
gente se agredía verbalmente entre sí mucho antes de la llegada de
Internet. El correo electrónico y los mensajes de texto lo han
facilitado: ahora podemos responder de manera instantánea, mucho más
rápido de lo que nuestro cerebro racional puede intervenir. Sin embargo,
las palabras escritas, a diferencia de las palabras orales, no se
desvanecen; pueden permanecer en la pantalla para siempre.
La
tecnología nos hace sentirnos alejados de las consecuencias de insultar
a los demás. “Es ver el rostro de alguien, el sonido de su voz, que los
hacen reales para nosotros”, expresa Sherry Turkle, directora de la
iniciativa sobre tecnología y el “yo” en el Instituto de Tecnología de
Massachusetts (MIT). “Con el e-mail, quedamos solos con nosotros mismos y
nuestros sentimientos”.
Cuando recibimos un e-mail que nos ofende, el impulso a una respuesta furiosa puede ser muy veloz.
A
menudo nos arrepentimos de nuestra reacción, en ocasiones porque nos
percatamos de que malinterpretamos el mensaje ofensivo en primer lugar. Y
aunque técnicamente podría ser posible retirar, o “desenviar”, un
e-mail imprudente en algunas circunstancias cuando se usa Gmail o
Outlook, en muchas ocasiones no funciona.
Se
dice que
Abraham Lincoln
aconsejó a su secretario de guerra, que estaba furioso con uno de
sus generales, que le escribiera una carta mordaz y después la “tirara
al fogón”.
Antes de hacer clic en
enviar, uno debe preguntarse a sí mismo qué está intentando lograr,
anota Pamela B. Rutledge, directora del Centro de Investigación de
Psicología de Medios en Corona del Mar, California, y una profesora
adjunta en la Universidad de Posgrados Fielding en Santa Barbara,
California. “¿Quiero un resultado en el que alguien me arroja una taza
de café? ¿O quiero un resultado en el que buscamos una solución?”
Es
posible reparar el daño que puede causarle a una relación un e-mail
impulsivo. “Requiere humillarse”, expresa Rutledge. Eso implica
disculparse sinceramente, y preferiblemente no por e-mail. Tome el
teléfono, o mejor aún, hágalo frente a frente.
Reconozca
que su mensaje fue ofensivo y que se equivocó al enviarlo. Explique que
no pudo controlar sus emociones. Pregunte cómo puede hacer las paces.
“Cuando
ataca a alguien, lo empequeñece”, apunta Rutledge. “Humillarse es una
forma de mostrar la vulnerabilidad propia para que el otro se sienta lo
suficientemente seguro para perdonarlo”.
Mucha
gente pide perdón diciendo: “Ese realmente no era yo”, y esto es un
gran error, dice Pandora MacLean-Hoover, una trabajadora social clínica
certificada de Lexington, Massachusetts. “Fue una parte de usted que
quizás no le agrade, pero negarlo no lo beneficiará ni a usted ni a la
otra persona”, expresa. “Asuma la responsabilidad”.
MacLean-Hoover
ofrece un guión: “Realmente valoro nuestra relación. Realmente lamento
el texto que envié. Me encontraba intensamente molesto y lo escribí
enojado y apresurado. Fue extremo y ofensivo. He tenido más tiempo para
pensar al respecto y espero que me des la oportunidad de hablar sobre la
situación de una forma más respetuosa”.
Disculparse
funciona si raramente envía mensajes hirientes, dicen los expertos. Si
tiene el hábito de enviar e-mails o textos furiosos, es más difícil
reparar el daño. Tendrá que reconocer que tiene un problema de hablar y
escribir antes de pensar, y demostrar que está recibiendo ayuda para
superarlo.
Si recibe un e-mail
hiriente, los expertos dicen que es bueno hacer una pausa y darse cuenta
de que la otra persona quizás esté reaccionando de manera excesiva.
Recuerde las veces que ha hecho algo lamentable, y después pida dialogar
sobre el asunto.
Por supuesto, la mejor
forma de actuar es evitar enviar e-mails y mensajes de texto ofensivos.
“Procure recordar que el e-mail no es un medio para ideas complejas o
sentimientos fuertes”, anota Turkle, del MIT, que también es autora de
“Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each
Other” (Algo así como “Solos juntos: por qué esperamos más de la
tecnología y menos de los demás”).
Si
alguna vez ha enviado un e-mail del que se arrepiente, establezca reglas
a seguir para la próxima vez que reciba un mensaje que lo enfurezca.
Decida cuánto tiempo esperará antes de responder: ¿10 minutos? ¿24
horas? Depende de cuánto tiempo le toma tranquilizarse.
Si
siente que el silencio está empeorando la situación, envíe un mensaje
breve indicando que está sorprendido y no quiere decir algo de lo que
después se arrepentirá, y que por eso está respirando profundamente.
Sugiera: “¿Podemos hablar?”.
Antes de
redactar su respuesta, imagínese a la otra persona. Quizás incluso vea
una foto. Recuerde la última vez que se rieron juntos. Considere su
punto de vista. “Un buen negociador busca asegurarse siempre de que hay
algo sobre la mesa para ambas personas”, señala Rutledge. “No puedes
saber lo que necesita la otra persona sin pensar al respecto”.
Freeman,
que envió el e-mail hiriente a su amiga, dice que solía enviar mucho
más seguido respuestas cortantes a e-mails que la irritaban. Ahora, la
profesora de humanidades en Carolina del Norte dice que está haciendo un
esfuerzo incluso mayor por evitar ese tipo de exabruptos.
Freeman
le pide a su esposo o a un buen amigo que lean un e-mail potencialmente
volátil antes de enviarlo, y que le recomienden reescribirlo o borrarlo
si lo consideran necesario. Espera una hora después de redactar un
e-mail, después lo vuelve a leer y se pregunta a sí misma si todavía
siente lo mismo. Reza para recibir orientación.
Algunas
veces se permite a sí misma escribir lo que quiere y lo borra antes de
hacer clic en enviar. Comienza de nuevo con menos ira. “Pienso en las
consecuencias”, dice. “Cómo podría afectará a la persona que lo recibe
se ha vuelto más importante para mí que lo bien que me siento
reprendiendo a la otra persona”.
En el
caso de su amiga, escribió para disculparse, y dijo: “Realmente no lo
pensé bien”. Después la llamó por teléfono. Su amiga le devolvió la
llamada pero aún no se han conectado.
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