martes, 22 de septiembre de 2015

Mejorar vs llegar lejos

El hombre siempre ha querido mejorar en todos los sentidos, prueba de ello es que las grandes comodidades y avances de que goza nuestra sociedad son fruto de la evolución y la voluntad de muchas personas que han tenido este leitmotiv. Pero cuando nos referimos a mejorar en una actividad profesional, hay veces que nos faltan conocimientos para saber con claridad qué es lo que nos impide hacerlo o si más que mejorar lo que necesitamos es llegar más lejos, con visiones más globales.

En los entornos empresariales mucha veces nos encontramos con este problema, que a la postre es lo que las impide crecer. De este modo, hay empresas que tienen buenos productos, buenos sistemas de producción, incluso buenos expertos en las diversas áreas funcionales del negocio… ¡vaya!, que son organizaciones en las que se logra innovar a base de todo ello, pero en las que no se consigue llegar más lejos. Son empresas en las que con estas actuaciones básicamente se defiende la posición que ostentan en el mercado, pero en ningún conseguirán superarla.

Y es que con las empresas sucede lo mismo que con las personas, la repetición a la hora de hacer las cosas nos permite mejorar en su ejecución, pero en ningún caso nos permite llegar mas lejos. Para llegar más lejos hay que estar motivado y tener una visión zenital de las cosas.

Las personas queremos estar con personas positivas y a los empleados de las organizaciones les sucede lo mismo, quieren que les dirijan personas que les ayuden a sacar lo mejor que llevan dentro y personas que les sepan motivar. De ahí que convendría explicar con profundidad en las escuelas de negocios y en la universidad qué es eso de la motivación. Y es que en base a este concepto, existen dos tipos de líderes: los que arrastran y a los que se le obedece por aquello tan triste de los galones. No todo el mundo puede dirigir a un grupo de personas y seguimos viendo este error en muchas empresas. Hay personas que tienen capacidades para decidir sobre temas técnicos empresarial, pero estas mismas personas muchas veces no son las adecuadas para que los equipos las ejecuten con el compromiso y la convicción necesaria. Regalar una promoción a alguien que no cumple este requisito es condenar a la empresa a un fracaso seguro. Para ello es fundamental tener claro si las personas que tenemos siempre en los puestos clave de la organización hacen que les llegue sangre a todos los miembros de la base, si hacen que el preciado elixir de la motivación corra por sus venas de manera desmedida.

Lejos quedan ya los tiempos en que las actitudes positivas eran atributos exclusivos de los chicos del departamento comercial. Ahora somos un poco más conscientes de que la mala actitud de una sola persona tiene un impacto importante en aquellas compañías con aspiraciones de liderazgo y ya no digamos en pequeñas organizaciones, aquellas en las que lo del buen rollo es un plus clave que compensa muchas veces el tener un sueldo inferior o hacer más hora que el tato. Y es que no es lo mismo ser la empresa que más factura de un sector, que ser considerada la mejor empresa del mismo.

A este problema le quiero llamar la miopía de la motivación, que es lo que hace que, tal y como explico en mi último libro El poder la actitud, unos suban cualquier montaña y otros no puedan subir ni la escalera de su casa.

Este verano pasado tuve una clara prueba de ello. Uno de nuestros vecinos en la urbanización donde nos quedamos invitó a su padre a pasar unos días, el señor en cuestión tiene 92 años y ,ni corto ni perezoso, iba cada día a la playa caminando, la cual se encuentra a unos tres kilómetros de distancia. Cuando tuve la ocasión de preguntarle sobre cómo lo conseguía me dijo que donde no llegaba su cuerpo hacía tiempo que sabía que podía llegar gracias a su mente. Desde entonces, tengo más claro que unas veces tenemos que saber mejorar y otras, la mayoría, en la que lo importante es llegar más lejos con ilusión, ¿no creéis?


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