martes, 25 de abril de 2017

Aprende a gestionar tus estados de ánimo en el trabajo

Emociones. Proactividad. Trabajo.

Aunque a veces nos empeñemos en construir un muro que separe nuestra vida personal de nuestra vida profesional, lo cierto es que entre ambas existe algo más que una simple conexión. De hecho, los acontecimientos que vivimos en una de las esferas de nuestra vida repercuten –irremediablemente– en la otra. Por eso, cuando estamos atravesando un momento complicado en el ámbito familiar, no podemos pretender  convertirnos en otra persona sólo con pisar el suelo de nuestra oficina. O cuando tenemos un encontronazo con nuestro jefe, es imposible olvidarse de él nada más abandonar su despacho. ¿Qué hacemos, entonces, para que nuestros problemas emocionales no nos pasen factura en el trabajo? ¡Aprender a gestionarlos!
Suena fácil, pero no lo es. Sobre todo porque la mayoría no conocemos a fondo nuestras emociones, nos cuesta ponerles nombre y canalizarlas correctamente. Hace unos meses, la revista internacional Fast Company publicó un artículo con una serie de recomendaciones para mantener a raya a tus estados de ánimo. Desde Adecco queremos recuperarlas y ampliarlas porque consideramos que, conociéndote mejor, serás capaz de solucionar más rápidamente cualquier problema.

Sé consciente de lo que piensas y sientes

Tómate el tiempo que necesites para comprender qué es lo que te está pasando, pero no busques la solución en complejas teoría. Al principio, limítate a descubrir qué pensamientos tienen y qué sensaciones provocan en tu cuerpo. Ponerles nombres será el primer paso para reconducirlos.

Pregúntate si tus sentimientos responden a un hecho real o imaginario

Muchas veces nuestra mente nos juega malas pasadas y da por hecho que ha pasado algo sin que, en realidad, se haya producido. Por eso, es fundamental que no te adelantes a los acontecimientos, ni te pongas en lo peor antes de conocer un resultado. Lo mejor es que, cuando te sientas triste, agobiado o enfadado por algo personal o laboral, intentes convertirte en un observador externo. Así podrás comprobar si tus sentimientos responden a un hecho real o, por el contrario, son resultado de unos pensamientos ficticios que no te ayudan en nada.

Olvídate de las conspiraciones

Cuando estamos tristes, enfadados o dolidos, los seres humanos tendemos a buscar culpables para cargar nuestra ira contra ellos. Pero, al mismo tiempo, necesitamos justificar nuestro comportamiento con ellos con ‘pruebas’ que nos hagan sentir que estamos obligados a actuar de una manera determinada. En este sentido, en momentos de tensión podemos ver fantasmas donde no los hay y sentirnos víctimas de una conspiración inexistente. Si un compañero con el que has mantenido una discusión hace unas horas no te ha contestado a un email, no des por hecho que te ha retirado la palabra. Piensa en otras razones que justifiquen de manera más racional su comportamiento, como el hecho de estar concentrado en la elaboración de un informe que no puede esperar. Si tu mente sigue teniendo dudas, antes de elucubrar teorías poco probables directamente levántate y pregúntaselo.

Sé proactivo

Por último, aprovecha la dosis extra de energía que genera el estrés, la ansiedad o el nerviosismo para sacar adelante todo el trabajo posible. Mantener tu mente ocupada, te ayudará a no distraerte y volver a pensar en ese problema que no puedes quitarte de la cabeza.


No hay comentarios: