Helena López-Casares Pertusa| Madrid
Los rumores surgen
porque pretenden dar sentido a acontecimientos no explicados, que no
entendemos bien y a los que necesitamos darles un significado para
dispersar cualquier ápice de duda. Hay que tener en cuenta que siempre
nos faltarán trozos de información, es decir, no sabemos todo lo que ha
pasado con anterioridad al momento actual, pero no por esta carencia de
datos vamos a dejar de percibir las señales de lo que pasa y construir
nuestra propia realidad.
Hay personas que se dan cuenta de que la evidencia
no siempre es lo real, que hay partes que no conocemos y que cada uno
hace un mosaico diferente de la situación, aun teniendo las mismas
piezas. La evidencia puede apuntar a un hecho y, si no indagamos más,
ésta es la versión que se instala en nuestra cabeza. Es cómodo quedarse
con los primeros datos para explicar lo que sucede. Buscar más allá es
engorroso y requiere trabajo mental, pero es necesario porque la
información construida sobre la especulación es tramposa y hace que
lleguemos a conclusiones equivocadas por caminos erróneos.
Cuando nos dejamos llevar por los juicios que hacemos y la opinión
que tenemos de antemano sobre algo, la evidencia suele pasar de largo
ante nosotros. Es el deseo de que lo que creemos se convierta en la
verdad. En las organizaciones, esta amenaza suele tomar forma de rumor,
un tipo de comunicación que se difunde por canales informales y da lugar
a un conocimiento generalizado y erróneo sobre temas que afectan a la
organización o a aspectos personales de sus miembros.
Los rumores se hacen peligrosos por una serie de coordenadas que no se pueden controlar y que multiplican sus efectos. Veamos algunos de estos puntos.
- Los procesos de distorsión
a los que están expuestos. Conforme van pasando de unos a otros, se
adornan con más detalles porque cada uno quiere aportar su estilo o
enfatizar la parte que considera más importante.
- El efecto bola de nieve.
Los rumores circulan a gran velocidad y alcanzan a una enorme
audiencia. No es extraño que puedan traspasar los límites de la
organización y lleguen a personas que no trabajan en la empresa, como
clientes, socios o periodistas.
- Las personas que los
fomentan. Hay auténticos expertos en hacer circular rumores como si se
tratara de información confidencial obtenida de primera mano. Estas
personas mejoran su imagen y se erigen en conocedores de datos secretos
al más alto nivel.
- Su capacidad de convencimiento y credibilidad.
Nadie trata de verificarlos, de comprobarlos y se creen a ciencia
cierta. ¿Por qué voy a cuestionarlos si me ayudan a darle sentido a algo
que antes no lo tenía?
El rumor es algo así como un ancla, que nos ayuda a agarrarnos a algo para eliminar la duda.
Los rumores se generan más en aquellas empresas en las que la
comunicación interna no se fomenta. En lugar de ser la empresa la fuente
de información son los empleados los que se convierten en corresponsales no acreditados a los que es imposible controlar. La medicina para luchar contra este virus es la comunicación interna oportuna, creíble y transparente.
¿Sabes que la gente tóxica suele ser un foco de generación de rumores? Juan Carlos Cubeiro te da pistas de cómo actuar con este tipo de personas en su artículo ¿Podemos permitirnos jefes tóxicos que trabajen para nosotros?
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