Utopía, del griego “ou” (que significa
NO) y “topos” (que significa LUGAR) se refiere (según la RAE) al plan,
proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en
el momento de su formulación.
Y,
ciertamente, pese a que cada vez más profesionales reivindican este
estilo, hablar de liderazgo distribuido en la actualidad, significa
hablar de una utopía… o lo que es lo mismo, referirse a algo que no existe, a un modelo optimista irrealizable cuando se piensa en él…
Hemos convertido en “trending topic” el concepto, porque resulta muy “cool” y es tendencia referirse al mismo y, lógicamente, no hacerlo supone ser un profesional desfasado y obsoleto.
Bien sea por la moda de turno, bien
sea por una auténtica convicción acerca de las propiedades que un
estilo de liderazgo de estas características entraña, cada vez son más
los profesionales que lo han incorporado a su vocabulario cotidiano,
aunque también, muy probablemente, sin pararse a pensar con detenimiento
lo que realmente implica distribuir el liderazgo…
Para que el liderazgo se distribuya se requieren culturas organizativas genuinamente abiertas que permitan la fluidez del conocimiento a través de las interacciones de todos sus miembros entre sí mismos y con su comunidad…
Para que el liderazgo sea distribuido es
preciso desarrollar modelos organizativos cuyas estructuras sean más
flexibles y menos rígidas, donde la jerarquía se reduzca a la mínima
expresión; la eficacia del liderazgo distribuido es directamente proporcional a la metamorfosis de una organización en forma de red…
Para que un profesional con
responsabilidad sobre otros distribuya su liderazgo debe alcanzar un
nivel de madurez que le permita entender que el bien de la organización está por encima de su propio ego y de su necesidad de auto-realización, comprendiendo que liderar de forma distribuida significa mandar menos y escuchar mucho más…
Para que un profesional lidere de forma
distribuida, los profesionales de su entorno tienen que estar dispuestos
a abandonar su papel de subordinados y a asumir la responsabilidad que
implica movilizar a la organización… para que prospere el liderazgo distribuido es necesario no esperar a ser liderado…
Para distribuir el liderazgo es necesario evolucionar los vehículos de comunicación e interacción existentes incorporando las nuevas prestaciones que albergan la tecnología social y la web 2.0
Para hablar de liderazgo distribuido es
imprescindible que todos los profesionales que forman la organización
hagan de esta un ecosistema de cambio, porque sin liderazgo distribuido
no hay cambio y sin cambio no ha lugar el liderazgo distribuido…
Se tarda poco más de un segundo en
verbalizar estas dos palabras, pero si reflexionamos en detalle sobre
las implicaciones reales que existen tras ellas, quizás tomemos
consciencia de la ingente cantidad de tiempo y recursos que requieren
implantar con coherencia un modelo genuino de liderazgo distribuido…
Modificar la cultura organizativa
provocando su apertura al conocimiento, relajar las estructuras
organizativas haciéndolas más flexibles y maleables, madurar como
profesionales hasta el punto de poner el ego al servicio de la comunidad
o de tomar voluntariamente el testigo de la responsabilidad, renovar
los canales de comunicación para que la información fluya más ágilmente y
que la organización como un todo acepte el cambio sin tensión como
mecanismo de supervivencia al mercado… no parecen a priori acciones
fáciles de implementar…
Es más que probable que la coyuntura de
mercado que atraviesan muchas empresas requiera desarrollar un modelo de
liderazgo distribuido para responder más ágilmente a un mercado
impredecible y cambiante, pero, si
no se toma consciencia de lo que realmente significa desarrollar este
estilo y se trabaja en esa dirección, dentro de unos años muchas
organizaciones se lamentarán de la oportunidad que tuvieron para que el
liderazgo distribuido dejase de ser una utopía para convertirse en la
realidad que les ayudo a sobrevivir en el mercado…
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La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez
pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve
para caminar.
Eduardo Galeano
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