La queja es un mecanismo de desahogo que, en su vertiente más positiva
se puede convertir en un aviso para expresar un malestar. Pero, si no
quiere convertirse en el típico quejica que lleva al traste el trabajo
en equipo, recurra a la coherencia en sus planteamientos y ofrezca
soluciones como la mejor herramienta para conseguir sus objetivos.
Quejarse se puede convertir en un hábito muy nocivo para su
desarrollo profesional. Si adopta esta actitud de manera recurrente, con
o sin justificación, y no acepta la solución esto hace un flaco favor a
su productividad. Lamentarse requiere un esfuerzo nada desdeñable que
puede dedicar a otras actividades profesionales, por ejemplo, a la
búsqueda de soluciones que alivien aquello que, a su parecer, merece
algún tipo de demanda.
Julian Baggini, autor del libro La queja, de los pequeños lamentos a las protestas reinvindicativas
menciona precisamente el error de no canalizar de formar correcta
aquello que nos preocupa: “Solucionar los problemas del mundo llevaría
un tiempo infinito, pero analizarlos correctamente nos costaría otro
tanto. De ahí que lancemos prematuramente la mayoría de nuestras quejas
sin haberlas madurado lo suficiente”. ¿Se identifica? En estos casos es
cuando pensar dos veces merece la pena.
Protestar pero con cabeza
Ignacio García de Leániz, profesor de recursos humanos de la Universidad de Alcalá de Henares, advierte que “la queja es una protesta que tiene parte de razón. El quejica es la reiteración de esta última, algo que nunca hay que confundir. La primera se tramita, para bien o para mal; pero cuando el problema tiene que ver con una actitud personal es un problema de fondo que la organización debe gestionar”.
Ignacio García de Leániz, profesor de recursos humanos de la Universidad de Alcalá de Henares, advierte que “la queja es una protesta que tiene parte de razón. El quejica es la reiteración de esta última, algo que nunca hay que confundir. La primera se tramita, para bien o para mal; pero cuando el problema tiene que ver con una actitud personal es un problema de fondo que la organización debe gestionar”.
Si tiene a su cargo un equipo en el que se presenta alguna de estas
situaciones es conveniente que esté alerta porque, como añade este
experto, “una queja sin resolver puede suponer la pérdida de talento”.
En cualquier caso afinar la gestión de personas es la clave para
evitar estos nubarrones que pueden enturbiar el clima laboral. Baggini
recuerda que aunque las protestas hayan sido originadas por verdaderas
situaciones que no son como deben ser, el problema surge cuando se
lanzan sin precisión y no alcanzan sus objetivos o se centran en un
propósito equivocado. Doctor en filosofía por la Universidad de Londres,
el escritor afirma que estas quejas mal canalizadas pueden ser
desplazadas, desproporcionadas o gestos fáciles. Una triada que no lleva
a buen fin.
Cómo sacar partido de un quejica
Una queja no gestionada tiene como consecuencia un empleado quejica que puede intoxicar al resto, porque las protestas, como los rumores, son altamente contagiosas. Para evitar males mayores, García de Leániz recomienda enseñar al que protesta, “y la primera fase para ese aprendizaje es hablar con ello del asunto que les preocupa”.
Una queja no gestionada tiene como consecuencia un empleado quejica que puede intoxicar al resto, porque las protestas, como los rumores, son altamente contagiosas. Para evitar males mayores, García de Leániz recomienda enseñar al que protesta, “y la primera fase para ese aprendizaje es hablar con ello del asunto que les preocupa”.
Cuidado con pasar por alto a aquel profesional ejemplar que, de
repente, empieza a lamentarse. Esto es un detonante de que algo sucede.
“Conviene no dejar escapar estos avisos que, si no se tratan, pueden
suponer la pérdida de un buen empleado”, añade este experto en recursos
humanos.
A menudo una acumulación de demandas dentro de la organización es la
consecuencia clara de una falta de comunicación en la empresa. “El jefe
debe atender y gestionar a la gente. Que una persona no insista en su
queja no dice nada a favor del mando. Porque si el lamento no se trata
se extiende como la pólvora”, afirma García Leániz.
Por lo tanto, no desprecie una queja y, sobre todo, no infravalore el
papel de un quejica: puede ser un portavoz del estado de ánimo de la
plantilla. Aproveche ese potencial y gestiónelo a su favor.
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