martes, 10 de diciembre de 2013

Desconectar el teléfono. Recargar nuestra batería

Bikini sin cobertura. Así, más o menos, podemos resumir la filosofía de una piscina pública de Nueva York a la que acudió la periodista Jenna Wotham. En una columna del New York Times hace tiempo contaba como ella y un amigo, dispuestos a pasar una tarde relajada, tuvieron que dejar por un rato sus teléfonos móviles. Al estupor inicial le sucedió el bienestar. Wortham redescubrió que era aquello de “vivir el momento”. El rato sin conexión dio lugar también a una reflexión: para muchos los smartphones se han convertido en apéndices que “influyen en los estados de ánimo, decisiones y sentimientos”.

Nuestra conducta a estudio

La adicción al móvil y las redes sociales puede ser más feroz que la del tabaco. Así de tajantes se mostraban una serie de investigadores norteamericanos en  un artículo de la revista “Psychological science” publicado este invierno.  Después de más de 200 encuestas entre adultos estadounidenses concluyeron que acceder a Facebook o Twitter era uno de los deseos más difíciles de resistir. Tan sólo lo superaban, en fuerza, las relaciones sexuales o dormir.

El anhelo incontrolado es mayor entre jóvenes y adolescentes. Según un estudio de la Universidad de Granada hasta un 8% de los estudiantes universitarios españoles sufre fobia a no estar con el móvil. La investigación revela que los jóvenes adictos a los smartphones se aburren más en sus actividades de ocio y buscan más sensaciones nuevas que los no adictos. Además  tienen una autoestima más baja que éstos.

Estrés por lo que no vives

Ese apego por los móviles y la información que nos proporcionan se traduce en dos conceptos: el FOMO y el JOMO. Algo así como el ying y el yang de la vida 2.0. El FOMO es el miedo a estar fuera (fear of missing out). El JOMO, su antónimo, el disfrute de estar fuera (joy of missing out).

Caterina Fake es una de las fundadoras de la red social de fotografía Flickr y popularizó el  FOMO. Lo define como esa sensación que surge al ver todo lo que nos estamos perdiendo  cuando, por ejemplo, “estás solo en casa, pero ves actualizaciones de estado de amigos hablando de una gran fiesta que está sucediendo en alguna parte”. No estamos con ellos pero sabemos lo que hacen y, como aseguran muchos psicólogos, su vida siempre nos parecerá más interesante que la nuestra.

El escritor Anil Dash después de experimentar una desconexión de las redes sociales, con el nacimiento de su primer hijo,  supo darle una vuelta al concepto. Acabó cambiando una letra del acrónimo para dar paso al JOMO. Poder controlar nuestra relación con el teléfono, poder decir no a eventos o a mirar el correo y disfrutar de ello.

Menú sin notificaciones

La tendencia de aparcar el móvil se estudia, llega a las piscinas y también a la hostelería. Eva Restaurant, en Los Ángeles, ofrece un 5% de descuento a los comensales que, durante su estancia en el local, dejen los teléfonos en recepción. El objetivo que persiguen es fomentar la tranquilidad, que su local se asocie con un ambiente relajado. Hasta ahora entre un 30 y un 40% de los clientes lo han hecho.

Poder controlarlo, sin tener que visitar piscinas y restaurantes, pasa por tener auto-control y saber separar en qué momentos podemos y debemos hacer uso de la tecnología. Nuestra mente descansará más y como le sucedía a Jenna Wotham redescubriremos “vivir el momento”.

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